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martes, 27 de septiembre de 2011

“COMO SI MIRASE A TRAVES DE UN CRISTAL CUBIERTO DE POLVO”



Año 1962 en Hong Kong. Dos personas se encuentran, personas que serán amantes, pero amantes secretas en callecitas solitarias. Casi ni se hablan, el respeto impera, y el amor también. Eso es, a simple vista, “Con ánimo de amar”, film del director chino Won Kar-Wai.

Así como los personajes comulgan un silencioso acercamiento, Kar-Wai comulga con los espectadores ofreciendo una impoluta película que cuenta la historia de Chow Mo-Wan (Tony Leung) y Sue Li-zhen (Maggie Cheung). La vida los junta a partir de que ambos se mudan al mismo edificio, con sus respectivas parejas, una habitación al lado de la otra. Pero a medida que avanza la acción, estos personajes quedaran solos por circunstancias secundarias y entablarán una relación casta hasta que el amor se deje ver con mayor pasión. Pero, al descubrir el engaño de sus parejas, este sentimiento reprimido saldrá a la luz.

Cada uno de los fotogramas que componen el largometraje está cuidado al más alto nivel. La fotografía, los colores, el vestuario y las actuaciones presentan una armonía tal que bailan al ritmo de la música. Los personajes presentan una mirada tímida, hablan encogidamente. La vista siempre hacia el suelo, él camina con sus manos en los bolsillos, mantienen una distancia prudencial. Sin embargo, estos gestos cambiarán a partir del punto de inflexión del guión, descubrir el engaño de sus esposos y la tristeza que expresarán a partir de allí.

La fotografía es otro ejemplo de excelencia de la realización del film. Los interiores se muestran más iluminados que los exteriores donde hay luces puntuales de los faroles de la calle, dando la sensación de poder espiar en ese sector iluminado, lo que sucede con los personajes. Las decisiones en la utilización de la cámara también dejan sus huellas. En gran cantidad de planos vemos objetos fuera de foco, interponiéndose entre Chow y Sue, simbolizando eso que ellos no dejan aflorar porque hay algo que se los prohíbe: sus matrimonios.

Con respecto a los colores utilizados, el rojo es el que predomina, sobre todo, en la ropa que utiliza Li-zen. Tapados, qipaos (vestidos típicos chinos). Los ambientes también presentan este color en la decoración y cortinas.

Otra particularidad del film es la utilización de la música como leiv-motiv acompañado por el recurso de la cámara lenta. Cuando se da la proximidad física de los personajes, podemos ver a baja velocidad sus movimientos, planos detalles de las manos y gestos. En cuanto al sonido, es diegético, se escuchan los grillos, ruidos de insectos y sonido ambiente. Cada segundo de película muestra el romanticismo de los personajes y esto tiene su soporte en todas las áreas de su puesta en escena y en la actuación.

“Con ánimo de amar” resulta un film cuidado y estéticamente hermoso. Recomendable para acercarse al cine oriental sin que se aproxime el estilo Hollywoodense y donde se deja ver un Won Kar-Wei compenetrado en su guión y comprometido con su arte. Para alejarnos del prejuicio que ver cine de culturas tan diferentes puede ser aburrido y hasta incomprensible. Si nos dejamos llevar por los hilos que mueve el director y la espiritualidad de los personajes, encontraremos una película que querremos volver a ver.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Entre ardillas y heroína


Tideland (Un mundo de pesadillas)

Dirección: Terry Gilliam.

Países: Reino Unido y Canadá.
Año: 2005.
Duración: 122 min.
Género: Drama, fantástico.
Interpretación: Jodelle Ferland (Jeliza-Rose), Jeff Bridges (Noah), Janet McTeer (Dell), Brendan Fletcher (Dickens), Jennifer Tilly (Gunhilda), Dylan Taylor (Patrick), Wendy Anderson (mujer), Sally Crooks (madre de Dell).
Guión: Tony Grisoni y Terry Gilliam; basado en la novela de Mitch Cullin.
Producción: Jeremy Thomas y Gabriella Martinelli.
Música: Mychael Danna y Jeff Danna.
Fotografía:
Nicola Pecorini.
Montaje: Lesley Walker.
Diseño de producción: Jasna Stefanovic.
Dirección artística: Anastasia Masaro.
Vestuario: Mario Davignon y Delphine White.


El grandioso Tery Gilliam, director de películas como “Brazil” y la reciente “The Imaginarium of Doctor Parnassus”, nos vuelve a conquistar.
Toma la novela homónima y uno de sus cuentos favoritos, “Alicia en el país de las maravillas”, para crear “Tideland”, un film fantástico protagonizado por una pequeña de 9 años.
El largometraje cuenta la historia de Jeliza-Rose (Jodelle Ferland) y una vida que, vista desde ojos adultos, nadie podría soportar.
Sus dos padres son drogadictos. A partir de que su madre (Jennifer Tilly) muere, Jeliza se muda junto a su padre, Noah (Jeff Bridges) a la casa de su difunta abuela en un alejado pueblo.
Noah, rockero frustrado, también morirá producto de la heroína, dejando a la niña sola con sus fantasías y sus cuatro cabezas de muñecas. Los diálogos entre ellas serán ocurrentes y sensibles. Estas muñecas no pasan desapercibidas en el significado del film, ya que son las diferentes mentalidades de Jeliza-Rose. Mientras una de ellas, “Mística”, es refinada, de acento británico y sofisticada, la otra,”Brillantina”, será miedosa y desconfiada.
Pasarán los días y la pequeña irá sobreviviendo a la soledad gracias a su imaginación. Sus juegos hacen que no se sienta sola, más allá de que ella no se da cuenta de que su padre está muerto.
Pero, de repente, la historia de Jeliza-Rose se hace más interesante, dos nuevos personajes aparecen en escena: Dell (Janet McTeer), una vecina que confunde con un fantasma debido al traje de apicultor que lleva puesto, y su hermano menor Dickens (Brendan Fletcher), quien es disminuido mental y será su nuevo compañero de aventuras y, porqué no, de romances infantiles.
Los días de Jeliza-Rose se convierten agobiantes para el espectador que no puede desprenderse de una mirada realista.
Terry Gilliam sí supo como hacerlo, si no se hubiera dejado llevar por su niño interior, el film nunca hubiese funcionado con tanto éxito.
“La imaginación y la locura, han sido cosas con las que siempre jugué”, declaró el director de “Tideland”, y este film fue la expresión de ello en su máxima potencia.
Lo onírico y la realidad de yuxtaponen para poder llegar a un final feliz, como Jeliza-Rose se lo merecía.
El largometraje presenta dos mundos diferentes desde el primer minuto de película: los claustrofóbicos interiores y los felices exteriores. Los primeros, relacionados a su madre y su padre, a la suciedad y desorden, a las drogas y nauseabundos olores. Los segundos, remiten a las fantasías de la niña, a un mundo de hadas y conejos, a “Alicia en el país de las maravillas” y al trigo bailando con el viento.
La cámara en mano y la continuidad de planos picados y contrapicados hacen que el espectador viva sensaciones a partir de la puesta de cámara. El lente no estará sólo al servicio de la narración, sino, a la visión del director sobre ese mundo irreal y asfixiante, ayudado por gran angulares que deforman los rostros de los personajes.
El arte, acompañado de los efectos especiales, muestran el ambiente de tal forma que hasta podemos percibir aromas. Se puede analizar cada cuadro al detalle y en todos ellos encontraremos indicios significativos desde el arte con respecto a lo que vive la protagonista. Tomemos como ejemplo el graffiti que se encuentra en una de las paredes de la antigua casa, “MALDITO AGUJERO DE MIERDA”, teniendo en el mismo plano la referencia del cuerpo en descomposición de Noah.
La muerte actuará como punto de inflexión para la historia de Jeliza-Rose, la cual la niña toma como un juego. Al morir la madre, la llenan de sus objetos preferidos y, al morir el padre, juega con su cuerpo, lo maquilla y hasta le coloca una peluca en su cabeza.
La cuidada fotografía a cargo del gran Nicola Pecorini, nos revela interiores llenos de contrastes entre luces y sombras sin dejar de tener un matiz cálido entre los amarillos y marrones; y exteriores iluminados por un sol de mediodía sin sombras marcadas y hasta el punto que la cinta parece quemarse de tanta carga lumínica.
Todos estos elementos de la composición cinematográfica se verán acompañados por la banda sonora. Predominan sonidos de la naturaleza, como ardillas, zumbidos de moscas y abejas, ruido del trigo chocando con el viento, más un piano que marca los ritmos. Sin embargo, nunca deja de tener un tono infantil acompañando la fantasía de Jeliza-Rose. Si pensáramos en una música de escena donde un cuerpo está pudriéndose en un sillón mientras una niña se recuesta sobre él, probablemente no acompañaríamos esa imagen con el piano tranquilizador de “Tideland”.
Para disfrutar la película será necesario dejar de lado una mirada crítica sobre lo que vemos. No debemos olvidar que es una historia de una niña, contada a partir de ella. De lo contrario, veremos morbosidad y sexualidad infantil.
Las actuaciones, dignas de destacar, son certeras y, a la vez, medidas. El papel del ganador del último Premio Oscar como mejor actor, Jeff Bridges, es imprescindible. Aunque su actuación se limita a estar sentado y drogado casi la mayoría de la película, hace que resalte el personaje que interpreta la canadiense Jodelle Ferland. El director deja que ella juegue con los diálogos y el guión, y eso enriquece el film. La niña hace un gran trabajo actoral al ponerle la voz a sus muñecas, creando interesantes conversaciones entre ellas.
“Tideland”, considerada por algunos la nueva “Alicia en el país de las maravillas”, no llegó a las salas de Argentina, lamentablemente, se trajo directo al mercado de videoclubes y dvds. Es una pena que no pueda verse en la pantalla grande, es digna de ser vista en las mejores salas.
Terry Gilliam no para de sorprender. Sueña y sabe como hacer esos sueños realidad. “Tideland” no puede ser mejor.
Ver un film como éste hace que valga la pena la poesía del material fílmico y el sonido de los proyectores.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El secreto de sus historias


Título: El secreto de sus ojos
Año: 2009
Director: Juan José Campanella
Guión: Juan José Campanella , Eduardo Sacheri
Reparto: Ricardo Darín , Soledad Villamil, Guillermo Francella, Pablo Rago.
Género: Suspenso, Policial
País: Argentina


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El secreto de tus ojos, película argentina con un nivel que hacía mucho no veíamos en nuestras salas. Guión firme e interesante. Bien argentino, demostrado en su argumento, escenarios, diálogos, relaciones, fotografías.
Historias de personajes muy nacionales, tan nacionales como el fútbol y la pasión por ir a la cancha a alentar un equipo, tal como lo muestra en este film Juan José Campanella, que nos tiene acostumbrado a grandes historias escondidas en pequeños rincones: un club de Avellaneda, un geriátrico de Buenos Aires o en los pasillos de un Juzgado.
Basada en la novela de Eduardo Sacheri “La pregunta de sus ojos”, el largometraje nos presenta la historia de Benjamín Espósito quien acaba de jubilarse como empleado en un Juzgado Penal. Para ocupar su tiempo libre decide escribir una novela, basada en una historia real de la que ha sido testigo y protagonista. A partir de aquí tendrá que investigar lo que en su momento no se le quiso dar relevancia: la violación de una joven. El libro le servirá como excusa para terminar con un caso no cerrado en su vida, el cual nunca pudo olvidar.
La trama de la película atrae, conquista, no nos dan ganas de movernos de la butaca. Quizá, por momentos nos distraigamos con el ruido a pochoclos que se escucha en la sala, pero enseguida una imagen cargada de dramatismo nos devuelve la mirada a la gran pantalla.
Ricardo Darín interpreta a Benjamín Espósito, sobre su historia se desarrolla el largometraje. Siempre lucha. Por un amor, por resolver un caso, por una historia, pero el primero de los motivos fue por el que menos luchó y eso le traerá consecuencias.
Su carácter amistoso, fiel y por momentos tibio, hace que nos solidaricemos con él, queriendo que logre las metas que se propone a lo largo de su vida, pero el sufrimiento que le causa una pérdida importante será el momento más dramático y conmovedor que viviremos junto al personaje.
Por su parte, Guillermo Francella sorprende. Demuestra que también puede ser un gran actor de dramas urbanos como el que nos presenta en este caso el realizador. Sin dejar de pronunciar frases al estilo de los bañeros más locos del mundo, el personaje que interpreta, Sandoval, nos va a caer bien. Es de esas personas que al conocerlas decimos: “es un buen tipo”. Amigo incondicional de Espósito. No podemos decir lo mismo de su rol como esposo.
Entre ambos hay una estrecha amistad, lo que le da un matiz interesante al audiovisual. Nos libera de las tensiones que generan las imágenes crudas, cargadas de realidad, que poco se disfrutan con nuestro cine.
La película es creíble, elemento primordial para disfrutar la magia del celuloide. Esta vez se logró, aunque los diálogos no escapan de la naturaleza de las producciones nacionales. Frases armadas y poco elocuentes, pero los personajes están tan vivos que dejamos pasar esos detalles por alto.
Campanella, otra vez, logra contarnos una historia. Con protagonistas efectivos, ambientes muy bien logrados, escenografía perfecta pasando diferentes épocas desde 1970 hasta la actualidad. Locaciones reales donde transcurren las acciones. Sin embargo, todo esto no se lograría sin la compañía de una fotografía impresionante. Hay sombras en el momento indicado, la luz toca las pieles en el momento correcto. Combinación perfecta entre guión y arte. Las actuaciones impecables en su mayoría, incluso la de Pablo Rago y José Luis Goia que no nos tenían acostumbrados a ellas.
Dicen que la televisión sirve para dormir y el cine para soñar. Soñemos, entonces, con películas como ésta: nacional, atrapante y recomendable. Sigamos apostando al cine argentino. Hay ideas, hay talento. Falta que les den su aporte para mostrarlo.