miércoles, 11 de agosto de 2010

Entre ardillas y heroína


Tideland (Un mundo de pesadillas)

Dirección: Terry Gilliam.

Países: Reino Unido y Canadá.
Año: 2005.
Duración: 122 min.
Género: Drama, fantástico.
Interpretación: Jodelle Ferland (Jeliza-Rose), Jeff Bridges (Noah), Janet McTeer (Dell), Brendan Fletcher (Dickens), Jennifer Tilly (Gunhilda), Dylan Taylor (Patrick), Wendy Anderson (mujer), Sally Crooks (madre de Dell).
Guión: Tony Grisoni y Terry Gilliam; basado en la novela de Mitch Cullin.
Producción: Jeremy Thomas y Gabriella Martinelli.
Música: Mychael Danna y Jeff Danna.
Fotografía:
Nicola Pecorini.
Montaje: Lesley Walker.
Diseño de producción: Jasna Stefanovic.
Dirección artística: Anastasia Masaro.
Vestuario: Mario Davignon y Delphine White.


El grandioso Tery Gilliam, director de películas como “Brazil” y la reciente “The Imaginarium of Doctor Parnassus”, nos vuelve a conquistar.
Toma la novela homónima y uno de sus cuentos favoritos, “Alicia en el país de las maravillas”, para crear “Tideland”, un film fantástico protagonizado por una pequeña de 9 años.
El largometraje cuenta la historia de Jeliza-Rose (Jodelle Ferland) y una vida que, vista desde ojos adultos, nadie podría soportar.
Sus dos padres son drogadictos. A partir de que su madre (Jennifer Tilly) muere, Jeliza se muda junto a su padre, Noah (Jeff Bridges) a la casa de su difunta abuela en un alejado pueblo.
Noah, rockero frustrado, también morirá producto de la heroína, dejando a la niña sola con sus fantasías y sus cuatro cabezas de muñecas. Los diálogos entre ellas serán ocurrentes y sensibles. Estas muñecas no pasan desapercibidas en el significado del film, ya que son las diferentes mentalidades de Jeliza-Rose. Mientras una de ellas, “Mística”, es refinada, de acento británico y sofisticada, la otra,”Brillantina”, será miedosa y desconfiada.
Pasarán los días y la pequeña irá sobreviviendo a la soledad gracias a su imaginación. Sus juegos hacen que no se sienta sola, más allá de que ella no se da cuenta de que su padre está muerto.
Pero, de repente, la historia de Jeliza-Rose se hace más interesante, dos nuevos personajes aparecen en escena: Dell (Janet McTeer), una vecina que confunde con un fantasma debido al traje de apicultor que lleva puesto, y su hermano menor Dickens (Brendan Fletcher), quien es disminuido mental y será su nuevo compañero de aventuras y, porqué no, de romances infantiles.
Los días de Jeliza-Rose se convierten agobiantes para el espectador que no puede desprenderse de una mirada realista.
Terry Gilliam sí supo como hacerlo, si no se hubiera dejado llevar por su niño interior, el film nunca hubiese funcionado con tanto éxito.
“La imaginación y la locura, han sido cosas con las que siempre jugué”, declaró el director de “Tideland”, y este film fue la expresión de ello en su máxima potencia.
Lo onírico y la realidad de yuxtaponen para poder llegar a un final feliz, como Jeliza-Rose se lo merecía.
El largometraje presenta dos mundos diferentes desde el primer minuto de película: los claustrofóbicos interiores y los felices exteriores. Los primeros, relacionados a su madre y su padre, a la suciedad y desorden, a las drogas y nauseabundos olores. Los segundos, remiten a las fantasías de la niña, a un mundo de hadas y conejos, a “Alicia en el país de las maravillas” y al trigo bailando con el viento.
La cámara en mano y la continuidad de planos picados y contrapicados hacen que el espectador viva sensaciones a partir de la puesta de cámara. El lente no estará sólo al servicio de la narración, sino, a la visión del director sobre ese mundo irreal y asfixiante, ayudado por gran angulares que deforman los rostros de los personajes.
El arte, acompañado de los efectos especiales, muestran el ambiente de tal forma que hasta podemos percibir aromas. Se puede analizar cada cuadro al detalle y en todos ellos encontraremos indicios significativos desde el arte con respecto a lo que vive la protagonista. Tomemos como ejemplo el graffiti que se encuentra en una de las paredes de la antigua casa, “MALDITO AGUJERO DE MIERDA”, teniendo en el mismo plano la referencia del cuerpo en descomposición de Noah.
La muerte actuará como punto de inflexión para la historia de Jeliza-Rose, la cual la niña toma como un juego. Al morir la madre, la llenan de sus objetos preferidos y, al morir el padre, juega con su cuerpo, lo maquilla y hasta le coloca una peluca en su cabeza.
La cuidada fotografía a cargo del gran Nicola Pecorini, nos revela interiores llenos de contrastes entre luces y sombras sin dejar de tener un matiz cálido entre los amarillos y marrones; y exteriores iluminados por un sol de mediodía sin sombras marcadas y hasta el punto que la cinta parece quemarse de tanta carga lumínica.
Todos estos elementos de la composición cinematográfica se verán acompañados por la banda sonora. Predominan sonidos de la naturaleza, como ardillas, zumbidos de moscas y abejas, ruido del trigo chocando con el viento, más un piano que marca los ritmos. Sin embargo, nunca deja de tener un tono infantil acompañando la fantasía de Jeliza-Rose. Si pensáramos en una música de escena donde un cuerpo está pudriéndose en un sillón mientras una niña se recuesta sobre él, probablemente no acompañaríamos esa imagen con el piano tranquilizador de “Tideland”.
Para disfrutar la película será necesario dejar de lado una mirada crítica sobre lo que vemos. No debemos olvidar que es una historia de una niña, contada a partir de ella. De lo contrario, veremos morbosidad y sexualidad infantil.
Las actuaciones, dignas de destacar, son certeras y, a la vez, medidas. El papel del ganador del último Premio Oscar como mejor actor, Jeff Bridges, es imprescindible. Aunque su actuación se limita a estar sentado y drogado casi la mayoría de la película, hace que resalte el personaje que interpreta la canadiense Jodelle Ferland. El director deja que ella juegue con los diálogos y el guión, y eso enriquece el film. La niña hace un gran trabajo actoral al ponerle la voz a sus muñecas, creando interesantes conversaciones entre ellas.
“Tideland”, considerada por algunos la nueva “Alicia en el país de las maravillas”, no llegó a las salas de Argentina, lamentablemente, se trajo directo al mercado de videoclubes y dvds. Es una pena que no pueda verse en la pantalla grande, es digna de ser vista en las mejores salas.
Terry Gilliam no para de sorprender. Sueña y sabe como hacer esos sueños realidad. “Tideland” no puede ser mejor.
Ver un film como éste hace que valga la pena la poesía del material fílmico y el sonido de los proyectores.

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