jueves, 17 de noviembre de 2011

La muerte dulce y la bioética


En nuestro país son tema de opinión pública muchas cuestiones relacionadas a la vida y la dignidad humana. Uno de ellos es la eutanasia o, como su etimología lo indica, la buena muerte.

La medicalización de la muerte está en el ojo de la tormenta ya que la primera pregunta que surge es: ¿Está bien quitarse la vida o pedir a otro que lo haga en caso de estado de gravedad? Podemos dar muchas respuestas al respecto desde distintos puntos: morales, religiosos, sociales, etc. Sin embargo, quien no queda ajena a la problemática es la medicina. Los avances tecnológicos hacen que la esperanza de vida del ser humano sea cada vez mayor pero, a la vez, debe aplicrase en ocasiones de vida o muerte. Pero cuando es la muerte la que se busca a través de la medicina, la cuestión se torna más compleja y las decisiones éticas también entran en crisis.

De estas cuestiones se encarga donde la biología entra en diálogos con la ética, es donde interviene la bioética, “una reflexión sistemática, cuestionadora y crítica sobre los problemas morales que surgen en el campo de la ciencia biológica y la medicina”. Las cuestiones de las que se ocupa la bioética son diversas, desde las planteadas por la crisis ecológica hasta la investigación con animales, pasando por decisiones sobre muerte, asistencia de la fertilidad, investigaciones farmacológicas y relación médico paciente.

El Estado como poder se adueña del individuo y lo diseña a su necesidad. Digita cómo y cuándo nace y como muere, se apropia del diseño genético y definitivamente avanza sobre la bioética ya que dispone de leyes generales para soluciones que deberían ser individuales. (…) Entonces este Estado-Soberano decide ya no quien puede vivir y quien debe morir, sino que nos empuja a elegir quien debe vivir y quien puede morir”, sostiene el doctor Pablo Vadori, Consejero por Pilar de la comisión de Bioética del Distrito V de la Federación Médica de la provincia de Buenos Aires.

La muerte digna roza varios límites: el legal, la práctica médica, la ética y la filosofía. Y entre estas aristas debemos resolver la despenalización de la muerte dulce que cada vez más personas optan para darle a su existencia un final feliz, contrario al modo de vida que llevan. En países como Holanda o Bélgica, la sociedad, la ciudadanía y los profesionales, así lo han asumido. El suicidio médicamente asistido está también regulado en el Estado norteamericano de Oregón, donde la eutanasia sigue siendo delito. Un caso particular es el de Suiza, donde la eutanasia está penalizada, pero en cambio puede realizarse tanto suicidio médicamente asistido como auxilio al suicidio, es decir, que no siempre y necesariamente tiene que realizarse en un contexto médico.

“Cuándo un paciente manifiesta el deseo de no seguir viviendo, lo que nos está diciendo en realidad es que ya no quiere vivir como lo está haciendo. La pregunta que debemos hacernos es si estamos en condiciones de mejorar su condición, sea a través de tratamientos curativos o de medicina paliativa. Si no podemos ¿Cuál es el camino a recorrer?”, reflexiona Vadori.

Los médicos también están en un dilema ético y profesional y, tal como agrega el Dr. Vadori, “supongamos en un acto de imaginación superlativa que se sancionara la ley que hoy parecería tener consenso y un médico “desenchufara” a un paciente con estas características, ¿Cuánto tardarían las entidades confesionales ultraconservadoras en denunciarlo por asesinato?”

Hay que tener en cuenta en todos los casos de pedido de una muerte dulce, digna y deseada por el paciente. Primero, si se dañaría a alguien más que la persona que solicita el homicidio médico, si es equitativo para la distribución del gasto en salud pública utilizar mil cuatrocientos pesos diarios en mantener una ficción de vida, y el respeto a la autonomía de la persona, o los padres o tutores, persistiendo en la obstinamiento terapéutico, que en el punto en que nos hallamos ya se trasformó en encarnizamiento terapéutico.

En nuestro país no hay legislación sobre la eutanasia, sin embargo, en el Senado hay tres proyectos presentados pero ninguno fue tratado. El debate está pendiente y las posturas están divididas. Mientras tanto, hay cientos de casos que esperan ser resueltos y familias sentadas en las salas de hospitales esperando la evolución o el final de sus seres queridos.