lunes, 27 de septiembre de 2010

La solidaridad es lo último que se pierde


Actualmente, se viven muchas injusticias sociales. Niños con hambre, que trabajan, que no van a la escuela. Ancianos viviendo en la calle, sin comida ni abrigo. Madres sin hogar, golpeadas y sin trabajo.

Podríamos seguir enumerando infinitas situaciones de marginación, indigencia y problemas que parecen no tener solución, sin embargo, en medio de esta crisis social, hay algo que nunca se pierde y se ve en cada rincón del país: la solidaridad de los argentinos.

Solidaridad entendida como “la adhesión circunstancial a la causa o principios de otros”[1], como fraternidad y ayuda.

Se crean a cada momento organizaciones no gubernamentales que se encargan de aquellas cuestiones que deberían ser parte de políticas de estado. Los sujetos se organizan para ayudar al prójimo necesitado, ya sea para que obtengan una vivienda digna, para alimentarlos, para ofrecerles conocimientos sobre ciertos oficios, brindarles abrigo, ropa y todo lo necesario para una vida digna.

El argentino es solidario por naturaleza y, aunque en lo cotidiano uno no lo note, sólo hace faltar mirar alrededor y veremos que al menos una persona está ayudando a otra de alguna u otra manera.

Si analizamos los resultados de las colectas masivas más importantes del país, notaremos que es cada vez mayor la adhesión de la gente a las causas solidarias. La última campaña organizada por UNICEF y Grupo Clarín, “Un sol para los chicos”, logró, entre donaciones particulares y de empresas privadas, una recaudación de $8.233.239. Por otra parte, la colecta “Más x menos” que depende de la Conferencia Episcopal Argentina, cierra todos sus trabajos anuales con un número superior a los seis millones de pesos. ¿Acaso, no son estos números sinónimo de la solidaridad del pueblo?

Cuando la situación parece cada vez peor, afloran estos sentimientos de compasión que llevan a las personas a actuar, se comprometen con la causa para poder revertirla.

Las necesidades del otro que, lamentablemente, son cada vez mayores provocan la acción del ciudadano.

Un gran país se sustenta en bases sólidas, y la solidaridad está más arraigada que nunca en nuestro suelo argento. Y, como dijo el Papa Juan Pablo II, “la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos”.




[1] SOLIDARIDAD. En: Diccionario enciclopédico ESPASA. Madrid: Espasa-Calpe, 1993. P. 1567

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